La violencia sexual es un problema social persistente en todas las sociedades, que nos afecta a todas las mujeres. Aunque se ha avanzado en la concienciación sobre la violencia sexual, las mujeres en España seguimos enfrentándonos a grandes obstáculos para conseguir justicia.

Nos alarmamos al ver los resultados de la Macroencuesta realizada por el Ministerio de Igualdad, donde se observa que solo el 11,1% de las violencias sexuales se denuncian en España. Y es que, además de esta violencia, a posterior continúan los prejuicios, los estereotipos y la violencia institucional. Un viaje tormentoso, en el que las mujeres somos tratadas como culpables o responsables.

Se ha idealizado un estereotipo de víctima de violencia sexual con unas características concretas como, por ejemplo, ser modesta, con una conducta impecable, una vida sin ningún tipo de riesgo, y a la vez, que esta violencia sexual le haya cambiado por completo y haya dejado de hacer su vida de manera habitual, entre otras. Esta idealización no solo es errónea, sino que además también te descarta como víctima de violencia si no cumples el imaginario de “víctima perfecta”, poniendo en duda si has sufrido o no esa violencia, y si la has sufrido con “suficiente” intensidad como para juzgar al hombre agresor.

También se nos cuestiona cuando aceptamos la indemnización que nos pertenece por ley, incluso llegando a renunciar a ese derecho para ser creídas. Nos obligan a tener una moral y una ética impecable y continuar siendo modestas y empáticas con el otro aun habiendo sufrido violencia y abuso. ¿Te imaginas a dos personas que, tras pelearse y hacerse heridas graves, rechazaran la indemnización que les ordena la ley para que fueran creídas?

Todo esto se está perpetuando todavía más con las redes sociales, donde se expone la vida privada de la persona que ha sufrido violencia y sus decisiones y acciones alrededor del juicio olvidando todo derecho a la intimidad y juzgando si está siendo suficiente buena víctima. Es decir, la mujer que ha sufrido violencia recibe un doble juicio, uno de ellos por parte de la sociedad que decide dar su opinión al respecto detrás del anonimato de las redes y con la información sesgada por los medios o los individuos que exponen el minuto a minuto del juicio y la vida de la víctima.

Debemos desafiar estos estereotipos, y poner en el centro a las víctimas. Si estos estereotipos se mantienen dentro de la justicia y de los medios de comunicación acaban generando unos estigmas hacia las mujeres que perpetúan la cultura de la violación, excluyendo muchas víctimas cuyas experiencias no se ajustan a los criterios impuestos.

La violencia institucional y la victimización secundaria a la que a menudo nos enfrentamos en los procesos judiciales, desacreditándonos y culpabilizándonos, sirve como ejemplo para otras mujeres que se encuentran en la misma situación, decidiendo no denunciar para no encontrarse con estos interrogatorios invasivos o no sentirse creídas.

Por lo tanto, es esencial adoptar un enfoque integral, empático y feminista para brindar justicia a las víctimas de violencias sexuales. Superar el sistema judicial patriarcal para que sea más sensible a las necesidades de las víctimas, mejorar políticas públicas de protección a las mujeres y que se reflejen en los juzgados, entre otras prácticas, servirán para derribar estos estereotipos y reconocer que todas las experiencias son válidas e importantes, independientemente de si se ajustan o no a los criterios preestablecidos de manera incorrecta.

Las víctimas, o más bien las supervivientes, reclamamos una visión más clara de la magnitud del problema y así como la falta de confianza en el sistema judicial. Es urgente un cambio profundo en la forma en la que se abordan los casos de violencia sexual para que la justicia llegue a todas, así como el reconocimiento de las supervivientes de violencias sexuales.

Des de Siemprevivas abogamos por una perspectiva más crítica y la introducción del feminismo en el sistema judicial para poder dar soporte y protección a las supervivientes.