En los últimos años el feminismo y la sororidad nos ha impulsado a denunciar y hacer visibles ciertas violencias que eran normalizadas o escondidas. Desde muchos colectivos, han empezado a denunciar violencias sexuales estructurales.
El 15 de octubre de 2017, con un tuit de Alyssa Milano empezó el movimiento Me too, dando un gran impulso al movimiento feminista. Un movimiento que hablaba sobre la violencia sexual que rodea a la industria del cine y el mundo audiovisual.
Desde los inicios, la industria del cine ha sido un entorno donde las violencias sexuales han sido aceptadas como parte del trabajo, dominado por el machismo y el patriarcado.
Estas formas de violencia no se limitan a un espacio-tiempo concreto: atraviesan todas las etapas del trabajo audiovisual, desde la preproducción hasta el montaje. Y se manifiestan tanto frente como detrás de las cámaras. Son prácticas arraigadas en el funcionamiento mismo del sector, afectando de forma directa a quienes las sufren.
Las compañeras de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) realizaron el pasado abril de 2025 el informe “Después del silencio. Impacto de los abusos y las violencias sexuales contra las mujeres en el sector del cine y el audiovisual.” para visibilizar todas estas violencias. El informe revela datos alarmantes: el 60,3% de las mujeres del sector encuestadas ha sufrido violencia sexual.
En dicho informe destacan cómo el proceso de normalización de estas violencias reduce la capacidad de identificarlas, manteniendo un sistema que legitima e invisibiliza. Además, esta violencia estructural genera que las mujeres deban tolerar situaciones de violencia sexual para no poner en riesgo su carrera profesional.
Cabe recordar que la cultura del silencio es un elemento fundamental para que se desarrollen estas violencias machistas, no solo en el mundo audiovisual, abarca todo tipo de profesiones y esferas. Esto es un problema estructural profundamente arraigado al patriarcado y las dinámicas de poder.
Con el fin de abordar la problemática, el informe de CIMA nos ofrece un amplio abanico de recomendaciones para implementarlas, tanto a nivel general como específicamente en cada campo, entre ellas, destacar:
- Programas de formación obligatoria impartidos por personas especializadas en violencias sexuales y perspectiva feminista crítica, dirigidos a todas las personas que trabajan en la industria (desde asociaciones, federaciones, clústers, empresas, etc), con especial énfasis en quienes ocupan posiciones de poder y liderazgo.
- Creación de un Observatorio de Violencias Machistas, establecer figuras de referencia en los rodajes o que el/la representante deba implicarse en la protección de sus representadas.
- Garantizar espacios seguros y protocolizados. Redefinir los espacios desde una perspectiva feminista y con metodologías que impliquen un conocimiento sobre el ejercicio de las violencias sexuales.
- Poner a disposición la figura de coordinación de intimidad en las escenas de contenido sexual. La incorporación de figuras especializadas en la gestión de escenas íntimas y de desnudos debe ser una norma en los rodajes, con protocolos claros de consentimiento y límites explícitos.
- Creación de programas de mentoría y acompañamiento para las mujeres.
- Promover la memoria colectiva del sector, visibilizando las experiencias de mujeres que han enfrentado violencia y asegurando que estos testimonios se integren en la formación y sensibilización de las nuevas generaciones, son algunas de las medidas propuestas.
El machismo inunda cada parte de nuestra sociedad, desde los gestos más cotidianos hasta las leyes que nos gobiernan. Volviéndose invisible y normalizando prácticas justificadas como tradición.
Desde Siemprevivas nos unimos a la reivindicación de nuestras compañeras, para exigir unas políticas firmes y efectivas que promuevan entornos libres de violencias. Es urgente desmontar esas estructuras, cuestionarnos los privilegios y generar protocolos con un enfoque de género que sean eficientes y de rápida aplicación.