Este año llegó el 14 de febrero y parece que, en tiempos de #YoTambién, #NiUnaMenos y millares de otras manifestaciones en contra las violencias machistas por todo el mundo, las flores, bombones, champán, cenitas para dos y ositos de peluche ya no serán (ni de lejos) el pack perfecto para conmemorar el Día de San Valentín…al revés. Diversos grupos feministas salieron en la calle en ese día para contestar el mito del amor romántico exaltado en esa fecha y como este fomenta las relaciones de opresión.

En Barcelona, por ejemplo, varias decenas de mujeres han participado en una marcha de protesta, bajo el lema de «Desmontemos San Violentín», organizada por las asociaciones ‘Vaga Feminista’ y ‘Novembre Feminista’. De acuerdo con un reportaje del Periódico Lavanguardia, las organizadoras del evento justifican que el objetivo de la protesta es mostrar su rechazo a «la compatibilidad entre amor y maltrato, a la creencia de que el desarrollo personal está fuera de nosotras y que otra persona nos completará, que el amor es olvidarnos de nosotras mismas y que los celos expresan amor”.

Y ellas tienen una justificativa potente y acertada. Hemos crecido con la idea de que el amor idealizado se presenta como la principal respuesta a la pregunta sobre el sentido de nuestra existencia. Culturalmente, existe en el mito del amor romántico la idea de completitud: sin el otro, uno será eternamente incompleto. Sin embargo, entender el amor como una figura de entrega, dependencia y abnegación, confirma y normaliza comportamientos claramente abusivos, ofensivos y desiguales, que representan la base de las violencias machistas. Para avanzar hacia la igualdad y erradicar la violencia de género, tenemos que acabar con esas creencias e ideas erróneas sobre el amor.

Pero la desconstrucción del mito del amor romántico requiere más que simplemente identificarlo como nocivo. Como afirma Shaila Monasor en su artículo “Deconstruyendo el Amor Romántico, el significado del amor es cultural, algo construido y aprendido a través de diferentes; de la educación de nuestros padres, de nuestras amistades, de la religión imperante, de las películas, de los libros, etc. Como consecuencia, al largo de los años, hemos asumido que amor y celos, control, subordinación son cosas que pueden ir de la mano y que el amor puede llegar a ser tan extremadamente intenso y apasionado que ya no podemos responder por nuestro actos, como las violencias.

En el mundo real, los príncipes en caballo blanco y los finales felices de Hollywood se transformaron en expectativas frustradas, baja autoestima y relaciones toxicas, de opresión y posesión. En ese sentido, Shaila complementa que el amor romántico es responsable por anular nuestra capacidad de elegir, de querer desde la voluntad como seres completos y añade que el AMAR “no es un proyecto de vida, puede ser una parte importante de nuestro trayecto, un vehículo hacia el autoconocimiento y hacia nuestro desarrollo pero no un fin en sí mismo”.