Crims, emitido en 2020 por TV3, se presenta como un innovador programa de crímenes reales centrado en casos de Catalunya.
Sin embargo, en los episodios, especialmente aquellos sobre feminicidios y violencia sexual, brilla por su ausencia la perspectiva de género, tanto en cómo relatan el episodio, como por la manera que tiene la policía y profesionales en relatar y tratar estos delitos.
En capítulos como Palauet o Libèl·lula, tanto el narrador, Carles Porta, como los agentes implicados de Mossos d’Esquadra (MMEE) no reconocen la naturaleza machista de los crímenes, limitándose a detalles técnicos y sin contextualizar la violencia machista, para entender cómo opera este tipo de violencia
La perspectiva de género es crucial para reconocer formas específicas de violencia estructural y sistemática, como el feminicidio, el acoso o el mansplaining, y ayuda a tomar conciencia de que estos casos no son aislados, sino como consecuencias de un sistema patriarcal. Cambiar cómo hablamos es parte de cambiar cómo vivimos.
En la 5ª temporada de Crims, los capítulos de Power Girls narran la historia de cinco mujeres agredidas sexualmente en la pandemia por un repartidor de comida en Barcelona. Estos dos capítulos se emitieron, casualmente, en el marco de las actividades de la semana del 8 de marzo.
En este caso, los testimonios de las mujeres fueron desestimados inicialmente, lo que refleja la falta de empatía y formación de las autoridades, revictimizando a las víctimas. Aunque el episodio destaca la falla del sistema judicial, también cae en un enfoque victimista que hace que las personas piensen que no vale la pena denunciar, en vez de poner el foco donde realmente toca: las carencias del sistema judicial en los casos de violencia sexual. Si no se hace esta distinción, el mensaje que queda para las espectadoras es la absurdez de denunciar y la poca protección.
Otro punto crítico es la tardanza de la policía en vincular las denuncias, a pesar de las similitudes en los relatos de las víctimas. Este enfoque con falta de perspectiva de género hace que se identifique como una visión individualizada de los hechos y que no fuese un patrón más fácil de identificar.
La violencia sexual suele ser tratada con más lentitud debido a la falta de pruebas tangibles, perpetuando la minimización del problema. Además, el tratamiento institucional de la violencia sexual es insuficiente, como se ve cuando las mujeres enfrentan barreras para evitar el contacto visual con sus agresores en las audiencias judiciales. En el capítulo, se observa cómo se implementa un biombo por la necesidad de ellas, con la intención de evitar el contacto visual y personal con el agresor.
Sin embargo, como se expone en el capítulo, la implementación de una mampara en la Audiencia Provincial, donde las mujeres deben pasar cerca del agresor para poder llegar a ella no es suficiente para protegerlas, generando ansiedad justo antes de la declaración. Habitualmente los MMEE son los que deben poner su cuerpo para tapar al agresor del campo de visión de la mujer.
Además, en Power Girls los agentes implicados muestran la falta de perspectiva de género en estos casos de violencia, cuando un Mosso d’Escuadra dice; “Dos meses después de la primera agresión, entran dos denuncias en un mismo día. Por primera vez, penetra una víctima. Lo hace con los dedos. Y, además, graba la agresión”.
Esta manera de relatar es una forma más de violencia institucional por parte de la policía. Hay un nivel de detalle innecesario en la descripción de la agresión. Al mencionar esto, se forma una jerarquización de las agresiones, y se puede dar a entender que este tipo de agresión es más grave que otras formas de agresiones sexuales, minimizando la gravedad. Caer en la idea de que hay violencias más o menos graves es otro error que intenta colarnos el patriarcado, al mismo tiempo que acaba revictimizando a la persona denunciante.
Como se ve en el final del capítulo, para las mujeres que pasan por todo el proceso judicial, la única sensación de apoyo y de seguridad, a aparte de las personas cercanas a ellas, es la sororidad, como ellas acaban creando un grupo de WhatsApp para cuidarse y hacer piña para las siguientes gestiones judiciales, por suerte nos cuidamos entre nosotras, ya que no tenemos un buen acompañamiento por parte de las instituciones en estos procesos.
Finalmente, la sororidad entre las víctimas se presenta como el único apoyo real durante el proceso judicial, evidenciando la carencia de acompañamiento institucional. Crims podría aprovechar su plataforma para denunciar la mala praxis institucional y poner de relieve cómo el sistema judicial y policial sigue fallando a las víctimas de violencia sexual