La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre la percepción social de la igualdad de género que ocupó buena parte de los titulares a principios de año ha puesto de nuevo sobre la mesa el debate acerca del avance del feminismo. Aunque la mayoría de las personas entrevistadas creen que las mujeres aún sufren desigualdad respecto a los hombres, algunos de los resultados del estudio son alarmantes, en especial las opiniones de la población más joven. La pregunta que surge entonces es: ¿estamos realmente avanzando hacia una sociedad feminista?
El primer dato preocupante es que más del 44% de hombres considera que la promoción de la igualdad entre hombres y mujeres ha llegado tan lejos que se sienten discriminados. En esta línea, el 38.1% de los hombres entre 16 y 24 años consideran que las diferencias entre hombres y mujeres son pequeñas y el 27.8% considera que son casi inexistentes. O sea, para más de la mitad de los encuestados vivimos en una sociedad prácticamente igualitaria entre hombres y mujeres, una percepción absolutamente alejada de la realidad. También sorprende que la mayoría de las respuestas apoyen el hecho de acogerse al permiso de paternidad de 16 semanas o de repartirse de forma más equitativa los trabajos de cura y domésticos, pero en cambio manifiesten que se sienten discriminados.
Otra de las conclusiones alarmantes de la encuesta tiene relación con la brecha salarial y la percepción de hombres y mujeres respecto al ámbito laboral. Casi la mitad de los hombres, el 45,7%, niega la brecha salarial. Y la pregunta que nos hacemos es: si no reconocen una de las situaciones más objetivas y demostrables que existen, como es la brecha salarial, ¿cómo van a ver otras situaciones de desigualdad?
También en el ámbito laboral, el género –más bien los estereotipos- hace acto de presencia y demuestra lo mucho que hay que batallar aún: el 59.4% de los jóvenes encuestados consideran que las mujeres no tienen que esforzarse más que los hombres para demostrar que pueden desempeñar el mismo puesto de trabajo. Sin embargo, cuando les preguntan quién esperan que les atiendan en distintas profesiones, como por ejemplo la reparación de una caldera, una reforma o un taxi, esperan que sean hombres los profesionales. Por otro lado, cuando se trata de profesiones en el ámbito de cuidados, como es cuidar a alguien dependiente, entonces sí esperan que sea una mujer quien desempeñe esa labor.
A la vista de estos resultados, la respuesta a la pregunta que hemos planteado al principio nos muestra y pone en evidencia el ruido social y comunicativo que se está produciendo. Este ruido, convertido en un malestar “victimista” por parte de los hombres surge como respuesta a los lugares que estamos ocupando las mujeres y cómo nuestros avances lejos de ser considerados necesarios y de justicia para las mujeres, son vividos por algunos hombres con miedo a perder sus privilegios. Si, si que estamos avanzando, vamos lentas y a veces contracorriente.