“No soy el típico chico encantador que a todas les gusta. Soy un chico lleno de odio, odio contra todas las mujeres por rechazarme.” – Elliot Rodger, 22 años, en su manifiesto antes de matar a seis personas y dejar 14 heridas en California, 2014. El joven, que se decía una víctima de la “injusticia sexual”, difundió un video antes de cometer el atentado donde expresaba su profundo odio hacia las mujeres por rechazarlo. Este episodio fue un marco en lo que conocemos actualmente del fenómeno de los incels -célibes involuntarios-, un colectivo formado principalmente por hombres heterosexuales jóvenes que culpabiliza a las mujeres por sus dificultades de relacionarse, canalizando su malestar mediante un discurso que combina victimismo, desprecio y odio hacia lo femenino. Estos adolescentes y jóvenes adultos, forman una creciente comunidad centrada en la idea de la virginidad y responsabilizan a las mujeres de su falta de relaciones afectivas o sexuales, reproduciendo discursos conservadores de dominación y sujeción de las mujeres.
El concepto irónicamente nació en los años noventa, cuando una joven canadiense llamada Alana creó un foro en internet para hablar de la soledad sexual desde una perspectiva empática e inclusiva. Con el tiempo, esos espacios fueron ocupados por hombres heterosexuales que empezaron a difundir discursos misóginos, culpabilizando a las mujeres de su frustración personal y social. Lo que empezó como un espacio para compartir sentimientos de soledad y dificultades emocionales acabó transformándose en una subcultura marcada por el odio hacia las mujeres y por posturas cada vez más radicales.
Con el crecimiento mundial de la extrema derecha y de los discursos de odio, el peligro actual radica en que este tipo de mensajes ya no se perciban como marginales ni extremistas. La expansión de las redes sociales, los formatos breves y los algoritmos han facilitado que las ideas asociadas a la cultura incel lleguen a públicos más amplios, incluyendo adolescentes con poca experiencia afectiva y sin muchas herramientas críticas. En este escenario, la masculinidad hegemónica opera como una válvula de escape, alimentando un creciente malestar juvenil que se expresa mediante el antifeminismo, la hostilidad hacia minorías y la idealización de figuras con discursos autoritarios.
Lo sucedido en 2014 no fue un caso aislado, los discursos de los incel están detrás de muchos otros atentados recientes a la vida de las mujeres. En 2018, un joven de 25 años atropelló deliberadamente a varias personas, matando 10 y dejando 14 heridas. Poco antes del ataque publicó un mensaje en Facebook diciendo que Elliot Rodger era su ¨héroe¨ y que: “El resto de los hombres no lo entienden, pero no me importa. Yo soy un solitario que está haciendo la revolución de los solitarios. ¡Mis héroes son los que están dispuestos a matar a las mujeres!”. Los incel han construido un imaginario en el que se consideran víctimas del sistema y, en este universo paralelo, convierten en antagonistas tanto a las mujeres como a los hombres que no encajan en su concepción de la masculinidad.
El debate sobre los incels ha ganado aún más visibilidad después de la serie británica, Adolescencia, que aborda una historia ficticia de un adolescente acusado de asesinar una compañera de clase, trayendo la temática para el centro de discusiones escolares y debates públicos. En la era de la misoginia digital, las adolescentes y mujeres jóvenes son las que más sufren con estos ataques y amenazas. Según la macroencuesta de violencia contra la mujer 2024 publicada el día 03 de noviembre de 2025 por el Ministerio de Igualdad, del total de las mujeres que han sufrido acoso sexual digital 25,3% tenían entre 16 a 24 años y el 24,8% de las de 25 a 34 años, es decir, más de la mitad de las mujeres entrevistadas tenían menos de 35 años.
Delante de las cifras alarmantes y el crecimiento de los discursos de odio online, se torna fundamental una educación sexual integral en las escuelas, informando y acompañando la construcción de relaciones sanas basadas en el respeto, el consentimiento y la igualdad. Como sociedad tenemos el compromiso de enseñar a los niños, jóvenes y adultos a lidiar con sus frustraciones, gestionar sus emociones y responsabilizarse por de sus actos. Además, estos datos sirven de alerta a los padres y madres para que estén atentos al contenido que sus hijos e hijas consumen online, y se involucren para poder proporcionar una mejor educación emocional, complementaria sin duda, a la educación que se ofrece en los centros de enseñanza en todos sus niveles. El compromiso ha de ser total y debe involucrar a toda la sociedad, reproducir mensajes que culpabilicen, responsabilicen, y castiguen a las mujeres es reproducir la historia patriarcal y machista.